APC 25

22 de los medios tradicionales por la imparable caída de audiencia. No hablamos solo de la prensa y del profundo trasvase de lectores que se ha producido de los periódicos a las webs (con la pandemia del Covid como punto de inflexión tanto por el hundimiento de las ventas en los quioscos como por los récords de usuarios registrados en el diario digital y la aceleración de los modelos de registro y suscripción); internet ha desbancado por primera vez a la televisión en los hábitos de consumo mediático y el streaming se abre paso con fuerza imponiendo el directo como código de comunicación preferido por los Millennials y la Generación Z. Si recordamos las tres patas de los estudios universitarios de Ciencias de la Información (Periodismo, Publicidad y Relaciones Públicas y Comunicación Audiovisual), lo que está significando la realidad del oficio también es una profunda interconexión y convulsión. La obligación de reinvención se está afrontando a contrarreloj en las empresas periodísticas (con la puesta en marcha de laboratorios de innovación como palanca para la transformación y la creación incluso de estudios de radio, televisión y creación multimedia), pero hay otro escenario de complicidad estratégico que llega tarde: la formación. El mercado laboral está demandando nuevos perfiles profesionales pero las facultades de Comunicación siguen ancladas mirando el espejo retrovisor. La exigencia de reinvención no es ninguna opción, tiene que ver con las posibilidades mismas de supervivencia, y afecta a todos los actores y niveles del nuevo tablero de la Comunicación. A los medios de siempre y a los nuevos. Desde lo público y desde lo privado. Andalucía no es, además, ninguna excepción. Llevamos décadas asumiendo el castigo de las estadísticas: menos en el paro, nuestra comunidad siempre se suele situar diez puntos por debajo de la media nacional. Si hablamos de Comunicación, del impacto de la pandemia del Covid, de la globalización y de la digitalización, poco sentido tiene pensar en la frontera de Despeñaperros. Hay singularidades en el punto de partida pero no en los desafíos de llegada. Lo que estamos viviendo en estos últimos años son unos procesos de sinergias y alianzas entre grupos de comunicación inéditos en la historia reciente de los medios. A ello se une el talento de la cantera, proyectos de emprendimiento vinculados con el renacer de los freelance y el periodismo independiente, que están explorando nuevos territorios de crecimiento profesional. Creando oportunidades. No tenemos una bola de cristal que nos garantice el camino del éxito pero sí hay indicios para ser optimistas. Reivindicando el periodismo profesional, combatiendo la desinformación y siendo conscientes de que la transformación-evolución digital no es sino la enésima travesía del desierto a la que nos enfrentamos los medios. El reto último no es muy distinto al de hace dos siglos: ser útiles. Nunca hasta ahora habíamos tenido tantos lectores. ¿Por qué ahora los íbamos a defraudar? Reinventarse o morir. El mercado laboral está demandando nuevos perfiles profesionales pero las facultades de Comunicación siguen ancladas mirando el espejo retrovisor.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjE4MTM=