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81 información de los ciudadanos. El valor hacia los lectores de nuevo iba en aumento. Un valor, el de los medios hoy, que, entre tanta desinformación, sobre información, ruido, clickbait, infoentretenimiento, en tiempos de guerra como los actuales… es más importante que nunca. En este contexto de sociedad digital y móvil, los valores que los medios y los periodistas tenemos que aportar a la sociedad, como la información veraz, pertinente, el rigor, el contenido de calidad, bien contextualizado, el que da voz a los más desfavorecidos, la información que combate al poder y a sus abusos, la que nos cuenta no sólo lo que los lectores quieren saber, sino lo que necesitan saber… son fundamentales para el éxito de nuestra gestión. En cualquiera de sus múltiples formatos, ya sea en impreso, en digital, de forma interactiva, en formato audio, con una newsletter, con audiovisual… en sus múltiples canales como web, redes sociales, aplicaciones móviles… pero haciendo periodismo. Periodismo a secas, sin apellido. Porque tampoco tiene sentido ya seguir hablando de periodistas digitales o de un periodismo más tradicional. Ya todo lo que hacemos es digital. Y es en el digital donde tiene que encontrar su razón de ser. En este contexto, la industria ha aprovechado la irrupción de un momento de consecuencias globales inimaginables como la pandemia para acometer la definitiva transformación digital y la apuesta por un cambio en el modelo de negocio en el que una de las claves actuales es la apuesta por la diversificación en las vías de ingreso, apostando de una manera clara por el pago y las suscripciones por parte de los lectores. Esa vuelta a la percepción de valor de los medios por parte de los usuarios, en una situación tan compleja como novedosa para el sector como fue el irnos de un día para otro a hacer nuestros medios trabajando desde casa, han abocado a la necesidad de repensar un cambio en la estrategia de gestión, que implica a su vez un cambio cultural, de los medios. Un cambio que centraliza ahora su apuesta por el producto en sí, desde el punto de vista de la producción de contenidos, y en el usuario o los lectores, desde el punto de vista estratégico del negocio. Es decir: el usuario en el centro, a través de la gestión de productos de calidad por los que el lector esté dispuesto a pagar, tal y como hoy pagamos por otros servicios exclusivos relacionados con el audiovisual, los juegos o la música. ¿Pero a qué nos referimos cuando hablamos de la gestión del producto en los medios? El producto es el tipo de contenido que nos diferencia, que nos identifica y nos hace únicos y por el cual atendemos a las necesidades de nuestro público objetivo. Y si no nos preocupamos de conocer a nuestros lectores, de analizar todos los datos que hoy se pueden recabar, nuestro proyecto terminará siendo insignificante. Por ello resulta fundamental ese conocimiento de los datos, la analítica y las actitudes de los lectores ante nuestros contenidos para que sean ellos, los datos, los que decidan nuestra estrategia editorial. Sin apenas competencia en la oferta editorial, eran los propios usuarios quienes acudían en la búsqueda de nuestra información. Hoy, cuando hemos pasado de la sociedad de los medios de masas a la sociedad de la gran masa de medios, es precisamente al revés. Somos nosotros, los periodistas y los medios, quienes debemos de acudir allá donde están los lectores. El producto es el tipo de contenido que nos diferencia, que nos identifica y nos hace únicos. Y si no nos preocupamos de conocer a nuestros lectores, de analizar todos los datos que hoy se pueden recabar, nuestro proyecto terminará siendo insignificante.

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