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52 bién de la películas que lleguen a las salas y de la capacidad de la propias exhibidoras de crear los elementos que impulsen la experiencia cinematográfica. Desde que el cine tuvo que competir con la TV en los años 60 en USA la maquinaria de Hollywood se dio cuenta que la mejor manera de competir era creando largometraje que su exhibición en la sala de cine aportara un valor ,una experiencia, suplementaria al espectador. Esto es lo que llamamos “valor de pantalla”. Tan acertados estuvieron que el negocio de la exhibición en salas supero los 43.000.000.000 $ en el año 2019. Una película de Hollywood normalmente pagaba su coste con el mercado domestico y la recaudación conseguida en los países no USA va directamente a los saldos positivos. Y en esto llegó el COVID. A todos, en casi todos los lugares del mundo, nos encerraron en las casas y cuando nos dejaron salir nos avisaron que el nivel de contagio era muy elevado. Por lo tanto nos volvieron a dejar en los hogares y la contracción de la asistencia a las salas de cine fue algo más que enorme : por ejemplo en Andalucía una disminución del 72 %. Ahora nos encontramos en un momento de cierta mejora, escasa, pero que indica que este proceso tardará más bien años que meses para recuperar la asistencia a las salas. Ir al cine es una acción que los ciudadanos sacaron de su lista del ocio. Las razones para esto son variadas pero todas coinciden en el temor a los espectadores en volver a las salas y la falta de películas con atractivo de crear esa experiencia. Cuando nos dicen “vamos al cine” nos están proponiendo una experiencia, una acción de ocio y cultural, que tiene que ver con los procesos de uso del tiempo libre y de nuestras necesidades como seres sociales. En esta decisión juegan y cada vez más dos elementos a tener en cuenta: el coste y el valor de la experiencia. Los precios están interrelacionados, directamente, con dos elementos: la renta de cada zona y el precio de la competencia. No podemos olvidar que con la cantidad de salas de cine que existen en Españas, una de las elevadas de Europa, y que parte de la modificación de la estructura comercial de España, a base de grandes superficies y centros comerciales, se realiza con el elemento tractor de un complejo cinematográfico. Ir al cine para todos los que viven en ciudades de más de 50.000 Hbt es una opción factible y próxima. El precio sí es muy diferente, pues aquellos que viven en Madrid pagaron en el año 2021 una cantidad próxima a los 6.5 € de promedio y los que viven en Andalucía unos 5.53 €. La adaptación a la realidad económica y la existencia de una gran competencia obliga a afinar a los exhibidores los precios. Aquí es necesario resaltar que aunque los números, grandes, parece hacer ver que el mercado del cine en España es unitario; la realidad indica que las variaciones territoriales son elevadas según los tipos de género, titulo, nacionalidad o lengua de la película y por tanto el elemento de la diversidad es una clave para definir los programas de las salas de cine. Los cines tendrán menos aforo pero con una mayor calidad en los elementos técnicos y elevarán el coste de entrada. Esto permitirá que el uso de la salas de cine sea más intenso y más eficiente. La historia del cine y su exhibición son una constante competencia contra los otros medios de comunicación de masas.

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