APC 25

45 que un sinfín de múltiples aspectos concurran y sean interdependientes, pero al final de todo ese proceso deberá existir como siempre una organización reglada y unos profesionales que puedan avalar la autenticidad de lo comunicado y que ejerzan el control de calidad necesario para que todos podamos tener certezas en un mundo cada vez más líquido. Y en ese caso, ni la información puede estar en manos de algoritmos que puedan anular la capacidad crítica de los seres humanos, ni la seguridad y el control de las redes en las que se difunde la información debe estar concentrada en unas únicas manos o subordinados a desconocidos intereses. En los últimos años hemos conocido importantes proyectos profesionales como el del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, integrado por The Guardian, Le Monde, The Washington Post, El País, La Sexta y otros grandes medios de comunicación mundiales organizados conjuntamente para dar más y mejores noticias, pero sobre todo para poder ejercer su propia defensa colectiva ante auténticos poderes en la sombra que manipulan cada vez más más y que cada vez están mejor organizados. Una clara y decidida colaboración profesional y editorial por cuanto los enemigos de la verdad son extraordinariamente potentes y porque necesariamente la defensa ha de ser titánica frente a todo tipo de enemigos, entre los que se encuentran ya Gobiernos, Estados, organizaciones privadas, empresas, lobbys y grupos de presión que pretenden influir de manera perversa en un terreno de juego -y también en un mercado- reservado hasta ahora a los profesionales de la comunicación. No está de más recordar cómo, cuándo y porqué tuvo su origen Internet, conocido primero por el nombre de Arpa y posteriormente por el de Arpa Internet. No fue sino un proyecto del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, desarrollado en plena Guerra Fría, y cuya primera misión fue la de conectar la Universidad de California, en la costa oeste americana, con la de Stanford, cientos de kilómetros más al norte. Su fin era estratégico, en el sentido de que la información y el control de la información eran la verdadera clave del mundo que estaba por llegar. Y fueron militares quienes primero lo entendieron. Suele decirse que una guerra siempre depende de la eficacia decisiva de dos áreas tácticas: la infantería y la inteligencia militar. De tal modo, que las guerras suelen ganarse por la eficiente actuación de la inteligencia y se dan por terminadas cuando la infantería ha ocupado el terreno. Y así será también nuestra propia batalla: la de organizar la infantería con huestes de comunicadores que estratégicamente ocuparán los espacios físicos y la red, apoyados en estructuras de inteligencia que puedan hacer frente a todo tipo de amenazas. Y esa va a ser la clave. El mundo del futuro será más seguro y estará mejor protegido si la comunicación, reglada y organizada, no atiende a criterios arribistas ni oportunistas. O dicho de otro modo, el mundo del futuro será más inseguro si no sigue estando en manos de profesionales de la comunicación. El futuro seguirá siendo de los grandes grupos de comunicación, de las grandes empresas y de la contribución de las marcas personales de cada uno de los periodistas y profesionales que los integran.

RkJQdWJsaXNoZXIy MjE4MTM=