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37 más rápido, con menos tiempo y atención, con más estímulos y una mayor tendencia al espectáculo y a la emoción en los contenidos. El ‘clickbait’ se hizo cada vez más común y habitó entre nosotros. El ruido se hizo ensordecedor, las presiones aumentaron y descubrimos que se había sentado en el pupitre de al lado algún que otro periodista que, de repente, no servía a los principios que nos habían enseñado. Llegó la decepción, la duda, el descrédito y hubo que buscar en la raíz. Yo elevaba la vista y encontraba el papel pegado a mi pantalla: “Ante la duda, Periodismo”. “En la lidia, de hombres o de bestias, lo primero es parar. El que sabe parar, domina”, dejó escrito Chaves Nogales. Hace falta parar. Parar y reflexionar. Es crucial cuando todo va tan rápido y tiene tanta apariencia de verdad. Porque otro de los grandes retos del Periodismo de nuestros días es ése y no es fácil mantener la serenidad cuando hay tantos intereses de todo tipo detrás de lo que conocemos ahora como ‘fakenews’ pero que no dejan de ser mentiras u ofrecimiento de una visión de la realidad sesgada, a sabiendas. Es posible que, nunca antes en la historia, quienes nos dedicamos a informar hayamos tenido tantos desafíos. Lograr llegar a nuestro objetivo no tiene una receta sencilla pero estoy convencida de que el camino pasa por volver a los orígenes, a los principios básicos, al reto de informar, formar y dar contexto a los que nos leen, ven o escuchan. Así, quizá, entiendan mejor la realidad que les rodea y podamos dotarles de más elementos para que puedan desarrollar su espíritu crítico, ése que, cada día más, necesitamos como sociedad. Porque con ser testigos de la realidad y documentarla no basta, no es suficiente. Nuestra tarea va más allá. La ciudadanía acude cada día a nosotros y nosotras, no sólo para que le contemos lo que ya conoce (ahora todavía más a través del enorme ojo que todo lo ve en el que se ha convertido la Red), también necesita análisis y claves para comprender lo que pasa a su alrededor. Las personas que acuden a un kiosco o repiten el gesto diario de encender la radio a primera hora o se sientan a almorzar delante de un informativo de televisión están depositando en nosotros su confianza. No defraudarlas, traicionarlas y serles de utilidad debe ser, sin duda, el mayor de nuestros compromisos. Lo ha sido siempre y lo es especialmente ahora, en este tiempo convulso de sobreinformación y exceso de mensajes. Una exigencia común a todos los medios de comunicación, especialmente a los medios públicos, al menos como yo los entiendo: como actores fundamentales de la Democracia. El reto está ahí y tener claro el diagnóstico y las amenazas ya es un primer paso para un camino que es largo y que no para de cambiar bajo nuestros pies. Un camino, el del compromiso democrático, que el Periodismo tiene que seguir recorriendo porque seguimos siendo necesarios. Estoy convencida. En eso, no tengo dudas porque “ante la duda…”. Hace falta parar. Parar y reflexionar. Es crucial cuando todo va tan rápido y tiene tanta apariencia de verdad. El camino pasa por volver a los orígenes, a los principios básicos, al reto de informar, formar y dar contexto a los que nos leen, ven o escuchan. Así, quizá, entiendan mejor la realidad que les rodea.

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